domingo, 4 de diciembre de 2011

Prefiero seguir en mi comodidad...


Le animo a que busque un lugar que le parezca cómodo, en el cual pueda tomar unos cuantos minutos para recordar alguna época de su vida en la cual todo era ideal para usted. Quizás era el lugar ideal, tenía personas a su alrededor que eran muy apreciadas por usted y cuando posiblemente no había situaciones significativas que le causaran preocupación, angustia o inseguridad. Esa situación ideal en donde se sentía sumamente cómodo. Si toda su vida hubiera sido la repetición de ese momento sería "la vida perfecta".

Leamos en Números 32:1 al 5.

El pueblo de Israel había salido de Egipto siendo liderado por Moisés y Aarón. Dios había mostrado su fuerte mano contra Faraón y su pueblo al punto que en contra de su propia voluntad estos últimos no sólo dejan ir al pueblo de Israel sino que les entregan ropas, alimentos, ganados y joyas para que salgan de Egipto. Esto es tema bien conocido y predicado por muchos. Yo también he hablado sobre este tema. Sin embargo, no es el tema que nos ocupa en esta ocasión.

A lo largo de 40 años a partir de su salida de Egipto, el pueblo de Israel muestra como se diría aquí en Costa Rica toda su malcriadez una y otra, y otra vez. Desde el principio cuando Dios los libró de la esclavitud a la que habían estado sometidos por parte de los Egipcios durante unos 400 años (según Exodo 12:40 los Israelitas vivieron en Egipto 430 años), el pueblo de Israel por un lado vió la mano de Dios obrando con prodigios y milagros a favor de ellos, y por otro lado se reveló contínuamente contra Dios mismo exigiendo agua hoy, comida mañana y así sucesivamente. Este pueblo se presentaba contínuamente ante Moisés y Aarón con murmuraciones y quejas diciendo que mejor estaban cuando vivían en Egipto. Una vez más, este tampoco es el tema que quiero compartir en esta oportunidad, pero ya me estoy acercando.

En el tema que nos ocupa hoy vemos a esta nación luego de una travesía de 40 años, llegando a las tierras de Jazer y Galaad la cual eran de acuerdo a lo descrito en la Biblia apropiadas para la ganadería. Pero no sólo esto, pues dice que eran nueve (9) tierras que ya habían sido conquistadas por Dios.

Estas tierras fueron consideradas por las tribus de Rubén y Galaad como las tierras perfectas para tener a sus familias y a sus ganados.

Ahora, Dios había prometido al pueblo de Israel que los libraría de la esclavitud para llevarles a un lugar especial en donde fluía la leche y la miel. Es decir, que Dios tenía un lugar que según Dios era el perfectamente adecuado e ideal para que habitaran allí las doce tribus de Israel.

El pueblo de Israel estaba a punto de cruzar el Jordán. Del otro lado estaba el lugar prometido por Dios. La meta anhelada estaba tan cerca y no había estado tan cerca para el pueblo de Israel por unos 470 años (430 años en Egipto y 40 años en el desierto).

Sin embargo, las tribus de Rubén y Gad se reunieron con Moisés y le dijeron que por favor les permitieran quedarse con esas tierras que a sus ojos eran perfectas para tener a sus ganados y por supuesto para tener a sus mujeres e hijos.

Recordemos la introducción a esta reflexión cuando les pedí que pensaran en un momento de su vida en donde todo a su alrededor y en su vida era perfecto. Rubén y Gad vieron las tierras de Jazer y Galaad como esa situación perfecta, aunque esa no era la tierra que Dios les había preparado. Aunque estaban a un paso del lugar prometido por Dios prefirieron seguir en la comodidad que esos lugares representaban para sus ojos y su aparente bienestar.

En nuestras vidas tenemos esos momentos que a nuestro propios ojos parecieran ser la situación perfecta e ideal de la cual no queremos salir. Podríamos vivir toda la vida solamente repitiendo esa situación ideal y seríamos felices; bueno, eso es lo que pensamos. Como seres humanos muchas veces evaluamos las situaciones de la vida, las oportunidades y aún las decisiones desde la perspectiva del bienestar inmediato y de la ganancia que pensamos que vamos a sacar en ese momento.

Olvidamos con frecuencia las promesas que Dios nos ha hecho. Conocemos cuál es la voluntad de Dios, la cual ha sido manifestada en Su Palabra. Además, una y otra vez Dios ha hablado a nuestra mente y a nuestro corazón mostrándonos cuál es esa tierra prometida que tiene para nosotros. Para algunos que no han tomado una decisión por Cristo, la tierra prometida se encuentra luego de que el o ella acepten el sacrificio que hizo Cristo Jesús en la cruz del calvario para darle vida eterna, para perdonar sus pecados y para tranformar todo su ser. Para otros que ya somos creyentes y tenemos la esperanza de la vida eterna, la tierra al otro lado del Jordán puede representar aquella situación que nos espera como resultado de tomar decisiones trascendentales en la vida como por ejemplo responder al llamado de Dios a servir en su obra.

El Jordán podría ser esa decisión o paso que nos cuesta dar, que no es fácil pero que sabemos que Dios espera que lo demos.

Te animo hoy para que ores a Dios preguntando a El sobre cuáles rios Jordan debes cruzar hoy en tu vida para hacer la perfecta voluntad de Dios en tu vida.

No hagas como Rubén y Gad quedándote en el conformismo de tu actual comodidad. Mójate los pies en el Jordán. Toma el riezgo, da el paso, toma la decisión, sí, toma la decisión aunque sea dolorosa y difícil.

Rubén y Gad no habían visto la tierra prometida, pero sí habían visto la tierra y los pastizales de Jazer y Galaad. Tu y yo no hemos visto por completo toda la tierra prometida que Dios tiene para nosotros; aquella tierra en la que fluyen la leche y la miel. Sin embargo, puedo decirte hoy que es preferible la aparente incertidumbre de ir como ciegos en los brazos amorosos y gloriosos de nuestro Padre Celestial, que dejarnos llevar por nuestra propia vista y nuestro juicio humano que sólo nos llevará a tropezar una y otra vez.

Vamos, dejemos la comodidad, mojemos nuestros pies y crucemos juntos el Jordán. Allí está el Señor esperando llevarte de la mano para que aunque cruces por un rio caudaloso de dificultades, problemas y vientos fuertes, al final puedas pisar con gran gozo la tierra que El ha prometido para tí, para mí y para todo el que quiera voluntariamente unirse a este pueblo.

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